Cuando tenía 9 años, alguien, que no recuerdo quién fue, pero si veo todavía en mi mente sus ojos marrón oscuro y su mirada sonriente cuando se agachó un poquito para preguntarme:
- ¿Y tú que quieres estudiar cuando seas grande?
- Diseño Gráfico 🙂
- 😳 [mirada atónita]
Hubo un silencio embarazoso y profundo de los presentes al no saber qué era «Diseño Gráfico» y no tener nada más que aportar a la conversación más que mirarme y probablemente preguntarse a sí mismos: «¿Qué cosas habla esta niña?». Una reacción común para mí desde pequeña; que yo hablara y no me entendieran ó que me malinterpretaran.
[Eso no ha cambiado mucho😊]
No tengo ni idea de dónde había salido esa profesión, pero cada fibra de mis nervios y la última molécula de mis células sabían que eso era lo que quería estudiar.
Comencé la «carrera de mis sueños», en Sep. de 1992. Desde 1993 ya hacía trabajos como freelance, era una novata con energía y disposición para experimentar y aprender.
Me gradué en 1995, obtuve la mención como mejor portafolio de la promoción junto a ¿tres o cuatro compañeros? No recuerdo eso bien… 🤔
Tuve el honor de que me pidieran mi portafolio para dejarlo en el Instituto de Diseño como inspiración para futuros estudiantes. Algo que agradecí y que no hice 😏 ya que luego de tanta dedicación, no dejaría mi material estacionado, sabiendo que a las pocas semanas emprendería la misión de buscar trabajo.
Mi portafolio sería mi tarjeta de presentación frente a futuros empleadores.
Es divertido cuando recuerdo ésto, porque cuando tomé el periódico y comencé a buscar anuncios de solicitud de empleo, me encontraba con unos requisitos de temas que yo ni entendía.
SIN PREPARACIÓN PARA EL MEDIO LABORAL
A nuestra promoción de diseñadores, no se si debería decir generación, enfrentó una realidad bien absurda. Habíamos aprendido todo lo que necesitábamos saber, nos habían preparado con una muy buenas bases, pero no estábamos preparados para entrar en el medio laboral.
¡Todo era con computadora y programas!
Nos pasamos toda una carrera aprendiendo técnicas y conceptos maravillosos, pero no sabíamos ni una pizca de programas de diseño, (es ridículo cuando lo pienso, que en el Instituto estaban muy desactualizados en ese aspecto) así que no cumplía con ningún requisito de los avisos, excepto por los que pedían una persona responsable y comprometida. Fue muy frustrante…
Terminé aprendiendo a manejar los programas yo sola y una que otra vez en algún puesto de trabajo conseguí a alguien dispuesto a ayudarme y a enseñarme. [Gracias maestros pasajeros por eso, Dios los bendiga 🌻]
Ah…, y mi portafolio.
Sólo una vez un empleador lo miró por encima.
Del resto todas las aplicaciones de admisión eran en la computadora con el supervisor parado al lado tuyo o con un tiempo determinado para entregar un trabajo ficticio y por supuesto con un período de prueba en la compañía.
Mi portafolio sigue conmigo, luego de todos estos años.
Un maletín artístico, un poco más grande que el formato DIN A3, hecho a mano por un talabartero de la ciudad de Valencia, donde vivía en Venezuela.
En la mudanza que hicimos de Venezuela a Alemania, en la aduana, abrieron la caja donde estaba mi portafolio… con una cuchilla.
Si. Cortaron mi portafolio.
Y así quedó, herido con un arma blanca, dándome el mensaje que ya es hora de despedirme de él.
Así que entre mis proyectos personales, está ahora el sacar todo su contenido y colocarlo en otro lugar.
Que interesante las lecciones de desapego que enseña la vida.
Y que hoy en día mi carrera de mis sueños la ejerzo para mi y para mis proyectos, ya no hago servicio al cliente.
Descubrí que era una artista y luego de unir mi certificación de coaching, todo se puso más interesante.
Coach holístico que ofrece sanación por medio del arte: ¡Espectacular!
Que hermosa es la vida que nos enseña tanto sobre nosotros mismos, ¿Verdad? 😉